¿Ser o parecer?

¿Ser o parecer? Es la pregunta que más me hago desde que decidí crecer. Conservo a la niña para mis momentos de creación, de soñar, de imaginar, de vivir fuera de mi pero ¡Pum! aparece la bendita realidad, en la que soy una joven independiente pero que tiene que cumplir con unas normas ridículas para agradar a los demás, esos mismos que no me dan ni para un confite. No, no y no, ¿acaso debe importarme? Este es un grito de desespero, del sinsabor que produce en mi la gente que hurga en tu vida como si fueras su mesita de noche o su botiquín, ¿y que además tengas que actuar de una manera «prudente» para que no te señalen? Vivir en procura de caerle bien a los demás es el manifiesto del suicidio, del auto flagelo y del desamor propio. Siempre le escribo al amor que se siente por el otro, hoy y en un grito de protesta le escribo al amor propio, al que sin  duda alguna nunca nos va a defraudar. Lo que Judas dice de Jesús, dice más de Judas que de Jesús, ahí se resume lo que quiero decir, sin embargo quiero seguir aprovechando este momento de euforia para seguir planteando mi punto de vista sobre este tema que me ha perseguido durante toda mi vida. nuestro estado de ánimo depende la mayor parte del tiempo de opiniones ajenas, que si hablan bien somos felices, que si hablan mal nos deprimimos. La lengua es un pequeño órgano del cuerpo, pero vaya como mueve grandes cosas, nos sube como palmeras o nos baja como cocos, de la lengua depende nuestras relaciones, nos va bien si la sabemos usar y muy mal si no (aplica para otros contextos) Ok, no me pude contener. Continuando con mi grito, y vaya grito liberador, aunque no me lo estén pidiendo les voy a dar una recomendación, hablar de las demás personas es el mayor síntoma de envidia, que a mi particularmente no me gusta despertarla ni sentirla. Ahora, si quiere hablar mal y más de la cuenta, hágalo y retuerzace de envidia, yo finalmente decidí romper la yuxtaposición en la que pensaba involucrar al ser y al parecer, porque decidí dejar a mi ser fluir, fluir como el viento, como las aves en su vuelo, como los versos de un enamorado, como fluyen las lenguas llenas de veneno para hablar de la paja en el ojo ajeno. ¿Quién asegura que  caperucita era una niña inocente? si no hemos escuchado al lobo contar su versión. Conocemos nuestro punto de vista y por ello juzgamos, ¿por qué no nos ponemos en los zapatos del lobo y miramos por qué hizo lo que hizo? Mejor aún, no nos pongamos en los zapatos de nadie y dejemos que la gente sea, finalmente los recibos, la cuota de la casa y el mercado, no se lo paga usted a nadie más que a usted mismo. Siempre escribo con una frecuencia cardiaca extra cotidiana, pero hoy el ritmo de mi corazón parece que estuviera escuchando un vallenato de esos que cantó Diomedes, porque va más puyao de lo extra cotidiano. Me quiero, me amo, me respeto, me cuido y me importa un comino lo que los demás piensen de mi, eso escribiré al frente de mi cama para repetirlo todas las mañanas y entender que a la única persona que tengo que caerle bien es a mi misma. Defenderé mi filosofía a capa y espada, porque me quiero, me amo, me respeto, me cuido y me importa un comino lo que los demás piensen de mi. Bueno, ya dormiré porque mañana madrugo y al que esté leyendo esto, que vaya a freír espárragos.

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